Hace unas semanas, durante un examen práctico en vías abiertas al tráfico, le pregunté a uno de los examinadores de la DGT qué opinaba al respecto de los altos niveles de suspensos y su contestación fué muy concreta: «El nivel de exigencia ha subido mucho y, sin embargo, el nivel de preparación no ha aumentado. Es más, en algunos casos ha disminuido».
Desde el último cambio de normativa, que entró en vigor en enero de 2013, la tasa de aptos en primera convocatoria no llega al 30% de los alumnos presentados a las pruebas prácticas de la DGT. El principal motivo de un número tan alto de no aptos, es que muchos van a examen sin una preparación adecuada. Al suspender, se apuntan a la siguiente convocatoria dejándose las prácticas para hacerlas en fechas cercanas al siguiente examen. En el mejor de los casos hacen una o dos prácticas y vuelven a examinarse, de nuevo sin estar preparados, y vuelven a suspender. Al final, esto nos lleva a uno de los factores que más encarecen la obtención de un carnet, el tener que renovar cada dos convocatorias, amén de ser un dinero que no se emplea en aprender a conducir.
Bajo mi punto de vista, lo que causa esta actitud errónea de muchos aspirantes es la presión que su entorno ejerce sobre él (padre, madre, novio, novia, etc.) para que se examine lo antes posible y no hagan demasiadas prácticas, «que la cuenta no suba demasiado», en vez de esperar a que el profesor lo aconseje. Todos somos conscientes que durante los últimos años la crisis ha mermado significativamente el poder adquisitivo de muchas familias, lo que deriva en un menor presupuesto para que un miembro de la misma, normalmente un hijo o una hija, pueda sacarse el carnet de conducir. Desafortunadamente esto provoca que una gran cantidad de alumnos (y a sus familias) pongan por delante aprobar el permiso a aprender a conducir, que debería ser la principal procupación.
Debemos hacer hincapié en que una buena preparación para conducir es seguridad para el conductor novel, sus pasajeros y todos los que compartimos todos los días las vías públicas ya que una correcta educación vial es la herramienta clave para prevenir accidentes de tráfico.
Aprender a conducir es aprender a vivir y la vida no tiene precio.
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